martes, 30 de julio de 2013

Crisis de civilización

Crisis de civilización

Si por época de crisis entendemos una época de transformaciones profundas, sí, sin duda. Somos espectadores de reconversiones económicas, de cambios intensos en las estructuras familiares, en los soportes de comunicación, en la genética, y naturalmente en las formas de ver el mundo, en los comportamientos, en los gestos… (y muchísimas otras cosas). Una constelación muy compleja de factores (sin que ninguno de ellos sea determinante) produce esta “crisis”, que parece conducir a “otra” cultura, “otra” civilización. La dificultad consiste en determinar el grado de alteridad de “lo que viene”: ¿será como después de Troya, como después de las “invasiones”, como después de la imprenta…? O ¿supondrá tal cambio cualitativo que en lugar de transformación tendría que hablarse de mutación? (La ciencia-ficción no nos ha ahorrado nada en este campo).

En cualquier caso, la incertidumbre es total y no creo que nadie pueda predecir lo que está por venir. Lo que está claro es que la conmoción de todas las estructuras es fuente de inquietudes y de miedos, que se manifiestan de modo aleatorio en los más distintos sectores de la sociedad. Otra de las incógnitas fundamentales consiste en saber cuánto durará el tiempo de la crisis, lo que resulta también un dato imposible de conocer (¿veinte años, tres siglos?).

El deseo de perduración, innato en el ser humano, nos lleva a anhelar que, a pesar de las transformaciones, podamos llegar al futuro nuestra tradición cultural, que sepamos conservarla y transmitirla (como por ejemplo hicieron los Padres de la Iglesia en el desierto de Siria y los monjes de los monasterios irlandeses altomedievales). Queda la pregunta acerca de si todavía existirá algún bardo que mire hacia atrás y sepa cantar con nostalgia nuestra canción.

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