martes, 30 de julio de 2013

Edgar Morin

Edgar Morin

Llevado por el deseo de encontrar caminos para salir de esta crisis, he leído La Vía. Para el futuro de la humanidad de Edgar Morin. Buscaba soluciones que no fueran meros parches. Creía que la crisis no es solamente económica, sino de ámbito mucho más amplio, una crisis de valores que exige reformas más profundas y generalizadas. Y he encontrado en este ensayo de Edgar Morin -a pesar de algunos planteamientos discutibles- una clarividente guía de hacia dónde debemos encaminar nuestro futuro.
El libro está plagado de frases certeras y contundentes que en más de una ocasión me han hecho pensar “eso es lo que quería decir yo”. He aquí una pequeña muestra a modo de aperitivo:
“La clase política se contenta con informes de expertos, estadísticas y sondeos. Ya no tiene un pensamiento. Ya no tiene cultura. Ignora las ciencias humanas. Ignora los métodos que serían aptos para concebir y tratar la complejidad del mundo.
“El déficit de alimentación que sufren ochocientos millones de personas en el mundo depende, sin duda alguna, de la especulación, la corrupción, la destrucción de los cultivos de subsistencia y la sobrealimentación de los países ricos”.

“De forma general, se trata de reencajar la economía en lo social, lo cultural y lo humano, lo cual significa, fundamentalmente, volver a colocar la economía en el lugar que le corresponde como medio y no como fin último de la actividad humana”.
“… la evolución del capitalismo desde 1990, y la incapacidad de los partidos de izquierda y los sindicatos para ponerle freno, han conducido a una nueva explotación basada en criterios de rentabilidad, de productividad, de rendimiento, de competividad.

EL DIAGNÓSTICO
Comienza con una introducción general en que Morin señala el objetivo del libro y hace un primer diagnóstico de la situación. Compara el devenir de nuestro planeta con una nave movida por cuatro motores incontrolados: ciencia, técnica, economía y afán de lucro. Por esto, la nave tendría una altísima probabilidad de sufrir catástrofes. De ahí que el objetivo del libro sea enunciar la vía que puede salvar a la humanidad. Porque ya no sería suficiente condenunciar o indignarse.
En su lúcido diagnóstico, Morin habla de “policrisis”. Evidentemente, hay crisis económica, debido a la ausencia de verdaderos dispositivos de regulación y a la especulación del capitalismo financiero más que al endeudamiento de la población. Hay crisis de crecimiento, pues en nuestro mundo finito no es posible un crecimiento exponencial: “La idea fija de crecimiento debería sustituirse por un concepto complejo que comportase crecimientos, decrecimientos y estabilizaciones diversas”. Hay crisis ecológica, por la degradación creciente de la biosfera. Menciona también Morin la crisis de civilización occidental, con su intoxicación consumista, la sobrecarga de actividades, el malestar psíquico y moral, las desigualdades, el individualismo… Y, por supuesto, hay una crisis política generalizada; en primer lugar, por la inexistencia de autoridades legítimas dotadas de poder de decisón a nivel mundial, algo imprescindible para tratar los problemas globales de nuestra nave espacial Tierra; y después, por la incapacidad de la política de controlar la economía.

LAS REFORMAS
Tras esta introducción, Morin pasa a analizar los aspectos más problemáticos de la realidad y propone, para cada uno, una lista de reformas. En ocasiones concreta con detalle esas propuestas reformistas y otras veces apunta nada más el camino que deberíamos transitar. He aquí un intento de nombrar lo más significativo.
Insiste en ideas como la comunidad de destino de la Humanidad, que nos llevaría al concepto de Tierra-Patria, a ser ciudadanos del mundo sin tener que renunciar -explica Morin- a las patrias particulares, pero con instituciones supranacionales dotadas de poderes efectivos para prevenir guerras, para establecer normas ecológicas y económicas, para luchar contra las desigualdades, para regular los flujos migratorios… Insiste también en que en nuestra civilización restauremos las redes de asistencia y solidaridad perdidas, tan presentes en sociedades del Sur, porque el Estado del Bienestar es indispensable pero no suficiente. Defiende la simbiosis entre lo mejor de la civilización occidental y las aportaciones extremadamente ricas de las demás civilizaciones. Defiende una política ecológica basada en las energías renovables, en tansportes menos contaminantes; peatonalización de las ciudades, desarrollo de las agriculturas tradicionales y biológicas. Trata del problema del agua, de la necesidad de asegurar su calidad y el abastecimiento, para lo cual propone el control público de la misma y convertirla en derecho humano. En economía, propugna que el pensamiento político abandone el economicismo actual, y con él la idea del crecimiento sostenible, y propone hasta diecisiete reformas: medidas de regulación, fomento de economías de proximidad, desarrollo de mutuas y cooperativas, microcréditos, comercio justo, bancos solidarios; reforma de la empresa, en las relaciones entre las personas que la componen y por la introducción de la dimensión ética en su quehacer diario… También explica cómo disminuir las desigualdades Norte-Sur, qué tenemos que tener en cuenta para intervenir en el Sur o, mejor dicho, intercambiar con ellos. Habla hasta de Medicina. Alaba los grandes avances de la medicina occidental, pero critica que relegue a las otras, que hagamos poco caso a las causas psíquicas de las enfermedades y, sobre todo, la hiperespecialización: es el médico generalista el que tendría que estar en la cúspide para tratar a la persona en su contexto, no a un determinado órgano. Propone la utilización de genéricos contra los precios prohibitivos, descentralización, fomento de la hospitalización a domicilio y, en general, una mayor humanización de la Medicina.
Dedica bastante espacio a analizar la agricultura y el mundo rural. Constata el éxodo hacia las ciudades y las desigualdades que ello produce -todo provocado por planes del FMI y el Banco Mundial. Denuncia la posible desaparición de la mitad rural de la humanidad y de sus saberes. Preconiza invertir hacia el campo los flujos migratorios con políticas de revitalización del mundo rural. Se muestra contrario a la agricultura industrializada por la cantidad de problemas que genera, entre ellos el del agua, así como al neocolonialismo agrario y a los biocarburantes. Defiende la regulación del mercado, el apoyo a los precios, las técnicas agrícolas ecológicamente eficientes, la propiedad comunitaria de la tierra, un menor consumo de carne, protecciones arancelarias para la soberanía alimentaria. En conclusión, “es posible reinventar una agricultura que garantice la calidad del agua, preserve la biodiversidad, combata la erosión y alimente el planeta en cantidad y en calidad a la vez”.
Y otras muchas ideas más, de diversos ámbitos: no renunciar a los “momentos de fiesta”, instaurar certificados de garantía de productos libres de toda explotación, aranceles para los países “esclavistas”, control sobre las multinacionales, fomento del comercio de proximidad.
Edgar Morin
Pero, para Morin, las reformas tienen que ir aún más allá. Habla también de reforma del pensamiento“Nuestro modo de conocimiento no ha desarrollado suficientemente la aptitud para contextualizar la información e interpretarla en un conjunto que le dé sentido” ; el hecho de que existan la alienación en el trabajo, el deterioro de la biosfera, las armas de destrucción masiva… sería la prueba de que no hemos construido un mundo racional y de que es necesaria una reforma del pensamiento. Junto a ello, sería imprescindible una reforma de la educación“La enseñanza que parte de disciplinas separadas en lugar de alimentarse de ellas para tratar los grandes problemas mata la curiosidad natural de todas las conciencias juveniles”. Morin enseñaría “Ecología de la acción”, “Introducción a los problemas vitales”, “Iniciación a la contextualización”… Educaría para la era planetaria.
Y, para rematar su pirámide de reformas, Morin recalca que en su cúspide han de estar las“reformas de vida”, la columna sobre la que convergen las demás reformas en las civilizaciones occidentales. Está claro que el bienestar material no ha traído de por sí la “buena vida”, porque el verdadero bienestar no es posesión. Así pues, indicadores como el PIB no valen para medir el Bienestar. Tampoco el IDH, porque diplomas y ausencia de enfermedades son compatibles con el malestar. En definitiva, apela a que todos redefinamos nuestras verdaderas necesidades. Se trataría de conquistar un arte de vivir que nos llevara en la medida de lo posible a la paz interior, a la plenitud. Morin habla de regenerar nuestra relación con el cosmos, con la naturaleza, del necesario sentimiento de pertenencia a la Tierra-Patria, y también de compasión, fraternidad, perdón, amor, amistad, juego, sentido estético.
Reforma de vida, ética, de pensamiento, de educación, reformas de civilización y de políticas de la Humanidad. Todas son interdependientes, “sus progresos les permitirían dinamizarse mutuamente” , hasta regenerar el mundo humano. Nunca se habla en el libro de la necesidad de una revolución traumática o violenta para poner en marcha todo esto. Morin utiliza siempre palabras como “reforma” y “regeneración”, habla de lograr no la revolución, sino la metamorfosis. Afirma que “todo ha empezado a transformarse ya sin que nos hayamos dado cuenta. Hay millones de iniciativas que florecen en todas las partes del mundo” . Debemos trabajar -continúa- para relacionarlas y unirlas. Tampoco habla de utopía, la rechaza, hay que partir de un compromiso con la realidad para modificarla. Nos pide ánimo para luchar contra las dificultades, que provendrían de “estructuras institucionales y mentales esclerosadas” y de “enormes intereses económicos” . Y a pesar de que estas ideas no están inscritas aún en una gran pensamiento político de estructura planetaria, nos da otra pista de por dónde podemos continuar: “El talón de Aquiles del capitalismo, en una sociedad de consumo, es la conciencia y la organización de los consumidores” , por lo que podríamos crear “una fuerza política”, “asociaciones” o “ligas de consumidores”, que, con el arma del boicot a las compras, avanzara hacia la Vía.
CONCLUSIÓN 

Ilusión
En fin, mil análisis, mil ideas, mil afirmaciones… Imposible resumirlo todo aquí. A mí me ha ilusionado. A pesar de mis desacuerdos puntuales con algunas de sus afirmaciones, me gusta su enfoque humanista.
Es la Vía. Sí, seamos optimistas, pensemos que esas iniciativas aún aisladas de las que habla Morin terminarán cuajando. Pero qué bueno sería un fuerte altavoz político para dar a conocer la Vía. Señores de la izquierda: ¿qué hacen ustedes? ¡Es posible ilusionar a los ciudadanos si se les explica bien estas ideas!


La sociedad red y la visión de lo glocal


Crisis de civilización

Crisis de civilización

Si por época de crisis entendemos una época de transformaciones profundas, sí, sin duda. Somos espectadores de reconversiones económicas, de cambios intensos en las estructuras familiares, en los soportes de comunicación, en la genética, y naturalmente en las formas de ver el mundo, en los comportamientos, en los gestos… (y muchísimas otras cosas). Una constelación muy compleja de factores (sin que ninguno de ellos sea determinante) produce esta “crisis”, que parece conducir a “otra” cultura, “otra” civilización. La dificultad consiste en determinar el grado de alteridad de “lo que viene”: ¿será como después de Troya, como después de las “invasiones”, como después de la imprenta…? O ¿supondrá tal cambio cualitativo que en lugar de transformación tendría que hablarse de mutación? (La ciencia-ficción no nos ha ahorrado nada en este campo).

En cualquier caso, la incertidumbre es total y no creo que nadie pueda predecir lo que está por venir. Lo que está claro es que la conmoción de todas las estructuras es fuente de inquietudes y de miedos, que se manifiestan de modo aleatorio en los más distintos sectores de la sociedad. Otra de las incógnitas fundamentales consiste en saber cuánto durará el tiempo de la crisis, lo que resulta también un dato imposible de conocer (¿veinte años, tres siglos?).

El deseo de perduración, innato en el ser humano, nos lleva a anhelar que, a pesar de las transformaciones, podamos llegar al futuro nuestra tradición cultural, que sepamos conservarla y transmitirla (como por ejemplo hicieron los Padres de la Iglesia en el desierto de Siria y los monjes de los monasterios irlandeses altomedievales). Queda la pregunta acerca de si todavía existirá algún bardo que mire hacia atrás y sepa cantar con nostalgia nuestra canción.

El nuevo orden internacional y la geopolítica del poder basada en el conocimiento

Nuevo orden mundial
La expresión nuevo orden mundial se ha usado para referirse a un nuevo período de la historia pretendiendo de este modo que hay pruebas de cambios dramáticos en las ideologías políticas y en el equilibrio de poderes. El primer uso de esta expresión aparece en el documento de los Catorce Puntos del Presidente Wilson haciendo un llamado después de la Primera Guerra Mundial para la creación de la Liga de Naciones, antecesora de las Naciones Unidas.
La frase fue usada con cierta reserva al final de la Segunda Guerra Mundial cuando se describían los planes para la creación de las Naciones Unidas y los Acuerdos de Bretton Woods debido a la asociación negativa resultante del fracaso de la Liga de Naciones.
El uso más amplio y reciente de esta expresión se origina sobre todo con el final de la Guerra Fría. Los presidentes Mikhail Gorbachev y George H. W. Bush usaron el término para tratar de definir la naturaleza de la posguerra fría y el espíritu de cooperación que se buscaba materializar entre las grandes potencias.
En una referencia a las hostilidades en Irak y Kuwait, la revista Time del 28 de enero de 1991 dijo: “Mientras caían las bombas y se disparaban los misiles, las esperanzas de un nuevo orden mundial cedieron lugar al desorden común”. Añadió: “Nadie debe forjarse ilusiones pensando que el nuevo orden mundial, del que tanto alarde se hace, se ha establecido o está cerca”.
Nunca se ha logrado la cooperación entre las naciones, y esto perjudica los esfuerzos por establecer un nuevo orden mundial de tipo globalista. En un informe en la revista The World & I de enero de 1991, unos peritos examinaron “las políticas exteriores que van surgiendo entre las superpotencias y el efecto que probablemente tengan en el nuevo orden mundial”. El editor llegó a esta conclusión: “La historia nos lleva a pensar que en el mejor de los tiempos se puede pasar muy fácilmente de la paz a la guerra. La cooperación internacional, particularmente entre las potencias principales, es crucial para una transición de éxito de la Guerra Fría a un nuevo orden mundial”. en estos momentos el nuevo orden mundial lo esta empezando EEUU por lo que es una superpotencia mundial y es la que gobierna en el mundo como potencia

Los problemas ambientales también son un obstáculo al nuevo orden mundial que muchos visualizan. En State of the World 1991 (un informe sobre la situación mundial por el instituto Worldwatch), Lester R. Brown dijo: “Nadie puede decir con certeza cómo será el nuevo orden. Pero si queremos forjar un futuro prometedor para la generación siguiente, entonces el gran esfuerzo que tomará contrarrestar la degradación ambiental del planeta dominará los asuntos mundiales por décadas”. Este informe señaló que la contaminación del aire había “alcanzado niveles que amenazan la salud en centenares de ciudades y que dañan las cosechas en veintenas de países”. Añadió: “Mientras aumenta la población humana en el planeta, disminuye el número de las especies vegetales y animales. La destrucción de hábitats y la contaminación hacen que disminuya la diversidad biológica de la Tierra”.


Geopolíticas del conocimiento, interculturalidad y descolonialización
Geopolíticas del conocimiento y legados coloniales
Tal vez la forma más concreta al iniciar una consideración sobre el significado de la geopolítica es a partir de la imagen del mundo que se construye. ¿Cuál es la representación que construye sobre el norte y el sur, sobre las regiones económicamente poderosas con relación a las regiones “otras”, especialmente al llamado ‘Tercer Mundo’?.
Las palabras críticas de Eduardo Galeano revelan mucho sobre el problema geopolítico, pero también geohistórico presentes en esta representación:

Hasta el mapa miente. Aprendemos la geografía del mundo en un mapa que no muestra el mundo tal cual es, sino tal como sus dueños mandan que sea. En el planisferio tradicional, el que se usa en las escuelas y en todas partes, el Ecuador no está en el centro, el norte ocupa dos tercios y el sur, uno. América Latina abarca en el mapamundi menos espacio que Europa y mucho menos que la suma de Estados Unidos y Canadá, cuando en realidad América Latina es dos veces más grande que Europa y bastante mayor que Estados Unidos y Canadá. El mapa, que nos achica, simboliza todo lo demás. Geografía robada, economía saqueada, historia falsificada, usurpación cotidiana de la realidad del llamado Tercer Mundo, habitado por gentes de tercera, abarca menos, come menos, recuerda menos, vive menos, dice menos. (en Lander, 2000).
Desde hace siglos, los pueblos indígenas de las Américas han pensado el mundo de otra forma, con el sur arriba y el norte abajo. ¿Cómo esta construcción y representación del mundo, evidenciada en este mapa titulado “501 años de cabeza abajo” podría cambiar nuestra visión del mundo, de la gente y del conocimiento producido por ella?.
La activista y poeta estadounidense Adrienne Rich ha argumentado que un lugar en el mapa también es un lugar en la historia (citado en Walsh, 2002). Por eso, hablar de la geopolítica no sólo hace referencia al espacio físico -es decir, el lugar en el mapa- sino también a los espacios históricos, sociales, culturales, discursivos e imaginados – “los espacios epistemológicamente diagramados” (Mignolo, 2000), que ofrecen la base para las subjetividades (identidades) políticas, la diferencia no sólo étnica sino colonial, y las luchas que se construyen en relación a ellas. En las espacialidades de la geopolítica se forman, negocian, transgreden fronteras y se desarrollan el poder y la política, tanto en territorios nacionales como transnacionales. También aquí se generan, producen y distribuyen conocimientos (Walsh, 2002).

El conocimiento tiene una relación y forma parte integral de la construcción y organización de lo que podemos llamar el sistema mundo. Es decir, la “historia” del conocimiento está marcada geo-históricamente, geo-políticamente y geo-culturalmente; tiene valor, color y lugar “de origen”. Un ejemplo claro se encuentra en el pensamiento del reconocido filósofo Immanuel Kant. Kant argumentó en los siglos 18 y 19, que la única raza capaz de progreso en el proceso educacional de las artes y las ciencias era la “blanca” europea. Al establecer un cuadro jerárquico de color de la piel, de superior a inferior, localizando los “rojos” y “negros” en los peldaños más bajos, Kant dio al conocimiento no sólo un lugar, sino también un color – la blancura (Eze, 2001).
El pensamiento (eurocéntrico y racista) de Kant encuentra sus bases en América Latina en lo que el peruano Aníbal Quijano llama la colonialidad del poder y del saber. Al establecer patrones de poder basados en una jerarquía racial y en la formación y distribución de identidades sociales – blancos, mestizos y, borrando las diferencias históricas de pueblos y nacionalidades, en las identidades comunes y negativas de “indios” y “negros” y, a la vez, promover una subordinación letrada de estas últimas como gente que no piensa, la colonialidad del poder instaló una diferencia que no es simplemente étnica y racial, sino colonial y epistémica, una diferencia que se hace evidente en el programa de televisión “Este Lunes”, de la ex canciller Dra. Nina Pacari al frente de Jorge Ortiz, sigue operando en el Ecuador hoy en día.
De esta manera, la colonialidad del poder va pasando al campo de saber, descartando la noción del indígena como intelectual, como alguien que puede intervenir directamente en la producción de conocimiento. Y como parte esencial de esta colonialidad del saber, se mantiene la hegemonía del eurocentrismo como única perspectiva de conocimiento. Tal vez el ejemplo más concreto se encuentra en las ciencias sociales, fundadas en Europa en los siglos 18-19 principalmente para apoyar y fortalecer la construcción de los Estado-Nación. El hecho de que las ciencias sociales se construyeron en las lenguas modernas de conocimiento y colonialización (inglés, francés y alemán) y se ocuparon en y con la realidad de los 5 países occidentales más poderosos económicamente (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, EE.UU.), demuestra lo que implica la geopolítica del conocimiento en acción.
Pero quizás la mayor consecuencia de la geopolítica del conocimiento es poder comprender que el conocimiento funciona como la economía: está organizado mediante centros de poder y regiones subordinadas - los centros del capital económico también son los centros del capital intelectual. Por eso, y todavía, la producción intelectual en América Latina y peor en el Ecuador, tiene poco peso en el mundo. Pero hay un problema adicional. Y eso es la manera que el discurso de la modernidad creó la ilusión de que el conocimiento es abstracto, des-incorporado y des-localizado, haciéndonos pensar que el conocimiento es algo universal, que no tiene casa o cuerpo, ni tampoco género o color. Es este mismo discurso de la modernidad que también crea la necesidad, desde todas las regiones del planeta, a “subir” a la epistemología de la modernidad; es decir, a cercarnos desde América Latina al modelo eurocéntrico como el único válido del progreso en el campo del saber. La autora Jean Franco usa la metáfora del cuerpo para explicar esta relación colonial e imperial – la cabeza que piensa está en el norte, mientras que el cuerpo que actúa (y que ejerce las funciones biológicas-corporales) está en el sur.

Hablar de las geopolíticas del conocimiento, entonces, es reconocer la naturaleza hegemónica de la (re)producción, la difusión y el uso del conocimiento, no simplemente como ejercicio académico, sino como parte fundamental del sistema-mundo capitalista y moderno, que a la vez y todavía, es colonial.
La interculturalidad como proyecto político, ético y epistémico
Como bien sabemos, la interculturalidad ha sido desde los años 90, uno de los principios ideológicos del proyecto político de la CONAIE, con miras hacia la transformación de las actuales estructuras y hacia la construcción del Estado Plurinacional. Pero mientras que el sentido social y político de la interculturalidad es evidente tanto en el discurso del movimiento como en sus iniciativas, especialmente en las prácticas actuales de varios gobiernos locales alternativos, no queda tan evidente lo que implica pensar la interculturalidad como una política epistémica que busca enfrentar y transformar los viejos diseños coloniales del poder y del saber.
Lo que me interesa aquí es ampliar nuestro entendimiento de la interculturalidad en torno a lo que podemos llamar su “giro epistémico”. A poner énfasis en la noción de la “interculturalidad epistémica” como práctica política y como contra-respuesta a la hegemonía geopolítica del conocimiento; como una forma “otra” de pensamiento desde la diferencia colonial, necesaria para la construcción de un mundo más justo.
Más que un discurso, la interculturalidad dentro de las iniciativas indígenas representa y marca una política cultural, un pensamiento de oposición dirigido a la transformación socio histórica y estructural, una lógica construida desde la particularidad de la diferencia que, como hemos dicho, no es simplemente étnica o cultural sino colonial: la consecuencia de la dominación pasada y presente de pueblos, lenguas y también de conocimientos. Y aunque esta lógica de la interculturalidad parte de una posición de exterioridad con relación a lo dominante, cuestionando a él, involucra conocimientos y modos de pensar que no quedan totalmente aislados de los paradigmas o estructuras dominantes. Es decir, por necesidad y como resultado de los procesos históricos de la colonialidad, esta lógica “conoce” estos paradigmas y estructuras – ha tenido que aprender y vivir con ellos. Y es por medio de este conocer que un pensamiento “otro” está construyéndose, orientado a la agencia o acción del movimiento en las esferas políticas, sociales y culturales, trabajando sobre los paradigmas y estructuras dominantes y los estándares culturales construidos por el conocimiento occidental y “universal”, así descolonializándolos.
Al hablar de la interculturalidad epistémica no es lo mismo al hablar de un “conocimiento intercultural” como hace la propuesta de Amawtay Wasi, que, como entiendo, propone un diálogo o encuentro de conocimientos occidentales, orientales e indígenas. Sin descartar la importancia de tal diálogo, me parece necesario poner en cuestión los supuestos que los posicionan de manera siempre desigual; por ejemplo, el conocimiento indígena como algo siempre local y temporal -asociado con el pasado, con lo tradicional- al frente del no-lugar y la no-temporalidad del conocimiento occidental. Son estos supuestos que limitan y encierran la esfera de pensar de los pueblos indígenas (o negros) a su comunidad, y no a los problemas de la sociedad, la región o el mundo.
Más bien, lo que estoy proponiendo aquí es la construcción de nuevos marcos epistemológicos que incorporan y negocian conocimientos occidentales y conocimientos no-occidentales, indígenas pero también negros (y sus bases teóricas y vivenciales, pasados pero también presentes), siempre manteniendo como fundamental la necesidad de enfrentar la colonialidad del poder a la cual estos conocimientos han sido sometidos. Marcos epistemológicos que pluralizan, problematizan y desafían la noción de un pensamiento y conocimiento totalitario, único y universal desde una postura política y ética, abriendo la posibilidad y el reconocimiento de distintos modos de pensar.
En estos términos, la interculturalidad representa una lógica de pensar y una práctica que trabaja en los límites de los conocimientos indígenas y negros, traduciendo los conocimientos occidentales a las perspectivas indígenas y negras del saber, y a sus necesidades políticas y concepciones éticas.
Hacia la descolonialización
En la propuesta de Amawtay Wasi encontramos el potencial y la posibilidad para construir en la práctica un camino hacia la descolonialización del saber. En este afán, podemos identificar tres puntos claves de futura consideración:
El camino hacia la descolonialización requiere hacer ver que el conocimiento tiene valor, color, género y lugar de origen y, por eso, el lugar desde uno piensa sí importa.
El camino hacia la descolonialización requiere la recuperación, revaloración y aplicación de los saberes ancestrales, pero también requiere un cuestionamiento de la temporalidad y localidad asociado con ellos, que siempre los mantendrán como “saberes” y no “conocimiento”.
El camino hacia la descolonialización no debe partir simplemente de un relacionar de conocimientos (ancestrales, occidentales, orientales) entendidos como bloques o entidades claramente identificados y encerrados, sino en contribuciones críticas a nuevos procesos de intervención intelectual, en la creación de conocimientos y de modos de pensar que cruzan fronteras.
Hablar de una política epistémica y, a la vez, epistemologías políticas, es de reconocer la agencia o iniciativa histórica del movimiento indígena a incidir no sólo en las estructuras e instituciones sociales del país (incluyendo la educación, la salud, y, como fue la experiencia reciente, en el mismo Estado) sino también en el pensamiento de la gente, tanto a nivel nacional como internacionalmente. Al frente de esta iniciativa, es difícil pensar en el Ecuador sin el referente del movimiento indígena, inclusive para los mismos blanco-mestizos. No obstante, lo que los interesa aquí no es el reconocimiento en sí, sino la manera que la interculturalidad, entendido como concepto que proviene no de la academia, sino del movimiento indígena, presenta desde su política epistémica, un real desafío a la colonialidad del poder, a las geopolíticas del conocimiento y al sistema mundo.







La globalización neoliberal y sus consecuencias en el buen vivir

LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL. SUS CONSECUENCIAS PARA LA HUMANIDAD

Para el estudio de la globalización neoliberal, es necesario tomar como punto de partida el término globalización. Este término, es definido por la Enciclopedia Encarta como: un concepto que pretende describir la realidad inmediata como una sociedad planetaria, más allá de fronteras, barreras arancelarias, diferencias étnicas, credos religiosos, ideologías políticas y condiciones socioeconómicas y culturales. Surge como consecuencia de la internacionalización cada vez más acentuada de los procesos económicos, los conflictos sociales y los fenómenos políticos-sociales.

Desde el punto de vista operacional, la globalización puede ser asumida como: un prolongado y complicado proceso de internacionalización de los diversos fenómenos que tienen lugar en el planeta Tierra (económicos, políticos, sociales…), en la dialéctica de lo objetivo y lo subjetivo, de acuerdo con los adelantos de la ciencia y la técnica, cuya expresión está condicionada por el momento histórico-concreto en que se manifiesta.
Se considera, que esta última definición resulta de gran importancia para la comprensión adecuada de este fenómeno pues se refiere a una serie de aspectos que lo caracterizan y no la equipara a la globalización neoliberal.
El compañero Fidel, más allá de brindar una definición cerrada del término, considera que la globalización no es un capricho de nadie, no es ni siquiera, un invento de alguien. La globalización es una ley histórica, es una consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas y un producto del desarrollo de la ciencia y la técnica . Es necesario señalar, que la globalización no es un fenómeno privativo de la contemporaneidad pues ya en la época de descomposición de la Comunidad Primitiva y el surgimiento del Esclavismo se evidenció cierto nivel de internacionalización aunque este proceso se vio frenado por la llegada del Feudalismo. A partir del descubrimiento de América, en 1492, la globalización alcanza su estatus o expresión moderna estrechamente relacionada con la no consideración de los intereses de las mayorías y el ataque a la identidad cultural, política y social de las naciones pobres.

En la actualidad el tipo de globalización que persiste es la neoliberal. Los teóricos de esta modalidad globalizadora, pretenden presentarla como un producto del desarrollo de la humanidad y la única alternativa posible para la internacionalización de las relaciones económicas y políticas a nivel global; cuestión que se debe tener presente para evitar interpretaciones y posiciones erróneas con respecto a este fenómeno.

En este sentido, el economista holandés Win Dierckxsens se pronunció al respecto y reconoció que “la globalización neoliberal, en esencia, es más un proceso de recomposición de la acumulación de capital a escala mundial basado en la concentración de la riqueza a costa del desarrollo, y no, como sus defensores plantean, un modelo que sería fruto de un avance del proceso tecnológico en el campo informativo y de la comunicación ”.

La globalización neoliberal tiene sus precedentes teóricos en el liberalismo económico de finales del siglo XVIII y principios del XIX, que se asentaba en tres pilares básicos: la desregulación estatal, la privatización y el libre comercio. Por estas razones, el liberalismo económico beneficia el desarrollo de una economía de mercado donde se reduzca a lo imprescindible la intervención estatal en los asuntos del mercado; si bien no niega la necesaria participación del Estado en los asuntos económicos.

El neoliberalismo tiene su génesis en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial y su plataforma programática queda enunciada en el libro de Friedrich Hayek, “Camino de Servidumbre”. En esta obra, Hayek advierte sobre el peligro de la intervención del Estado en los asuntos económicos y su posición teórica se convirtió en la respuesta de las clases más reaccionarias contra el naciente Estado de Bienestar.

Pero el momento crucial para el desarrollo acelerado de la doctrina neoliberal fue, sin lugar a dudas, el derrumbe del campo socialista y la desaparición de la Unión Soviética. A partir de este momento histórico y del fin de la guerra fría, el eje de enfrentamiento Este-Oeste se desplazó en la dirección del Norte-Sur y preconizó una política que pretende el saqueo de las riquezas de los países pobres por parte de las naciones poderosas. Todo esto, bajo el pretexto de que la humanidad participe en una economía de mercado y en un mundo sin fronteras.

A este hecho, se sumó el desarrollo de las fuerzas productivas y los avances de la tecnología que requieren la eliminación de las fronteras y la reducción de las barreras arancelarias fundamentalmente en los países pobres y permiten la anexión de las riquezas de dichas naciones a la élite capitalista.

La globalización tiene tres frentes. El primer frente es el frente económico. La globalización liberal es, esencialmente, un fenómeno económico y financiero. El segundo frente que se ha abierto después del 11 de septiembre es el frente militar. Los EE.UU. han asumido la función de ser el brazo armado de la globalización. Este segundo frente supone que todo aquel que se opone a la globalización corre el riesgo de ser acusado de terrorismo. Pero a estos dos frentes se añade un tercer frente, que en mi opinión es un frente central, y que es el frente ideológico. Es el frente de tratar de convencer a cada persona del planeta de que la globalización es lo mejor que le puede ocurrir al planeta. Esa es la idea. Y quien trabaja sobre ese frente son los medios de comunicación .

La doctrina neoliberal defiende como valor fundamental: la competencia, no sólo desde el punto de vista nacional y empresarial sino también entre las personas; a las cuales mide su valor de acuerdo a su capacidad para obtener ganancias, a sus triunfos en el aspecto económico. Además, pondera la internacionalización de las finanzas, el capital y las empresas; estrategia que sus ideólogos consideran inevitable e irreversible.

Otro aspecto básico del neoliberalismo, lo constituyen sus consideraciones sobre el papel del Estado en la dirección de los procesos económicos. Según su visión, el Estado es un obstáculo para la eficiencia del mercado, frena el proceso de acumulación y dificulta la libre circulación de bienes y capitales. Propugna la privatización de las actividades económicas, la disminución de los gastos públicos y una mayor participación de las empresas transnacionales en el espacio público. Todas estas medidas, despojan a los gobiernos de su papel en la regulación de las economías nacionales.

El debilitamiento del papel económico del Estado provoca grandes consecuencias para las economías nacionales. Estas secuelas se agrupan en dos direcciones fundamentales: en primer lugar, la capacidad para la promoción del desarrollo en los marcos nacionales es eclipsada por la acción de la competencia y la presión de mecanismos supranacionales como la OMC, el FMI y el Banco Mundial. Con este fin, se promueve la privatización de todas las propiedades estatales de interés para el capital transnacional. En segundo lugar, los estados se tornan incapaces de desarrollar la necesaria gobernabilidad para controlar los mecanismos de la economía internacional que están estrechamente relacionados con los espacios económicos nacionales.

Estrechamente vinculado a sus consideraciones respecto al papel del Estado, se encuentran sus planteamientos sobre el libre comercio. De acuerdo a su criterio, en un comercio libre el mercado funcionará de forma perfecta, dividirá de forma óptima los recursos y especializará a cada país en las producciones donde sea más eficiente. Para su buen funcionamiento, el Gobierno no debe participar en la dirección de los procesos económicos y está obligado a dejarlos al libre albedrío de la competencia.

La liberalización del comercio se asienta en la eliminación de las cuotas de importación y la reducción de la unificación de los aranceles. Esto produce un aumento del déficit presupuestario e impide que los gobiernos nacionales puedan efectuar una distribución efectiva del comercio exterior; afectando los productos nacionales que son sustituidos por los de importación. Además, la liberalización comercial no incluye a los productos donde los países subdesarrollados son más competitivos. Por ejemplo, se manifiestan tendencias a la sustitución de las organizaciones tercermundistas de integración económica por proyectos hegemónicos y colonizadores como el ALCA. De esta forma, el libre comercio sirve de instrumento para la dominación de los países pobres pues favorece el realce y la permanencia de las desigualdades y se convierte en un escenario de lucha por el control de los mercados.

El neoliberalismo se convierte en la negación de la democracia; porque constituye un elemento de dominación vinculado fundamentalmente a la competencia política y a los procesos electorales. La “democracia neoliberal” carece de contenido; pues el Estado abandona una parte importante de sus responsabilidades con la sociedad y los intereses autóctonos de las naciones, al poner por encima los intereses de las potencias imperialistas y las transnacionales.

La globalización neoliberal se asienta sobre un conjunto de instrumentos que garantizan el cumplimiento de los objetivos propuestos por el capital. Entre estos instrumentos se destacan: la privatización, la devaluación monetaria, las condiciones impuestas a los países deudores, los presupuestos, la liberalización del comercio, la dolarización de los precios domésticos y el debilitamiento del poder del Estado.

Por ejemplo, la reforma estructural de la tierra y la agricultura se propone confiscar y/o hipotecar las tierras de los pequeños propietarios y aumentar el sector de los negocios agrícolas a partir de la formación y desarrollo de una clase de trabajadores carentes de tierra. Este accionar serviría a los intereses de los países acreedores de la deuda externa; pues las tácticas del Banco Mundial se efectuarán en base a la venta de estas tierras lo que producirá grandes ingresos que engrosarán los bolsillos de los prestamistas.

La globalización neoliberal implica también un altísimo nivel de concentración de la propiedad y del capital en manos de un pequeño grupo de capitalistas representados a través de los grandes consorcios transnacionales; lo que impide un reparto equitativo de las riquezas del mundo en el que vivimos.

Esta realidad, provoca un conjunto de consecuencias negativas para la humanidad que se expresan en todos los ámbitos y esferas de la vida cotidiana y que son cada día más evidentes.

En primer lugar, la globalización neoliberal ha incrementado la brecha entre ricos y pobres no sólo entre los países ricos y pobres (norte-sur), sino también en el interior de las naciones.

De acuerdo a un informe presentado por CEPAL, el índice de pobreza en América Latina se elevó de un 41% en 1990 a un 45% en año 2000 y en el mundo en su totalidad se considera que la cifra de personas que viven en condiciones de pobreza extrema alcanza los 1200 millones. El índice de desigualdad del ingreso per cápita en América Latina se incrementó del 0,51 en 1950 al 0,70 en 1998 y el 20% más rico de la población recibe cerca de 19 veces más ingresos que el 20% más pobre. Además, plantea en dicho informe, que la diferencia de ingreso entre los países pobres y los ricos aumentó de 37 veces en 1960 a 74 veces en el presente.

Estas desigualdades tienen su base en las escasas oportunidades de acceder a un empleo decoroso que les posibilite satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia.

En la actualidad más del 40% de la población mundial en edad laboral se encuentra en condiciones de desempleo o subempleo. El trabajo en el sector informal ha mostrado un sostenido crecimiento; lo que resulta preocupante pues es un compromiso laboral sin seguridad social, sin seguro contra el desempleo, sin derechos ante la invalidez o la disminución de la capacidad laboral; en fin sin protección al trabajador. Además, se ha incrementado la explotación del trabajo infantil y femenino.

La liberalización financiera facilita la fuga de capitales de los países pobres hacia los ricos y que enormes cantidades de dinero procedentes de la especulación y la corrupción, pasen a engrosar el capital de instituciones bancarias foráneas que las utilizan en su beneficio.

También, se expresa la tendencia a la disminución de la ayuda oficial de los países del primer mundo al desarrollo; la que intenta sustituir por los “beneficios del libre comercio”.

El intercambio desigual en el comercio es otro fenómeno que provoca cuantiosas pérdidas para los países subdesarrollados. Se estima que anualmente se pierden por este concepto en el mundo en desarrollo alrededor de 100 mil millones de dólares.

La relación de intercambio entre los países del norte y del sur, con excepción del petróleo y las manufacturas, disminuyó en más del 20 % (en el caso del continente africano el descenso fue del 25%; así tuvo que incrementar sus exportaciones más de un tercio para mantener el nivel de importaciones de 1980).

Esta situación se debe a la disminución de los precios de los productos que exportan las naciones pobres. Por ejemplo, las exportaciones de café aumentaron de 3 millones 700 mil toneladas en 1980 a 5 millones 900 mil toneladas en el año 2000; el ingreso recibido disminuyó de 12 mil 500 millones de dólares, en 1980, a 10 mil 200 millones en el 2000. Además, los países desarrollados reciben más ganancias por estas mercancías que sus mismos productores.

A esto se suman los efectos negativos de la deuda externa; la cual se incrementó de 461 mil millones de dólares en 1991 a cerca de 726 mil millones en el 2001 y se pagó entre 1992 y 1999 la cifra de 913 mil millones, mucho más que la propia deuda.

Por otro lado, el endurecimiento de los derechos de propiedad y la brecha tecnológica provoca el desembolso de cuantiosos recursos por parte de los países en vías de desarrollo. A esto se suma el “robo de cerebros” que despoja a las naciones pobres de los recursos humanos necesarios para llevar a cabo sus planes de desarrollo. El efecto económico de esta política se estima en no menos de 50 mil millones de dólares por año.

Otra consecuencia importante de la globalización neoliberal para los países del Tercer Mundo, lo constituye el deterioro del medio ambiente. La elevación de la temperatura del planeta debido al efecto invernadero, se encuentra motivada por la emisión de sustancias de efecto invernadero producidas por el consumo de combustibles fósiles y otras sustancias contaminantes.

La deforestación produce la disminución de las zonas boscosas del planeta y el aumento del contenido de dióxido de carbono en la atmósfera. Además, producto a la emisión de estas sustancias, se ha producido la rotura de la capa de ozono; lo cual ha desatado el aumento del cáncer de piel debido a la exposición excesiva a los rayos ultravioletas.

La erosión de los suelos, la salinización y la desertificación han producido la degradación de la tierra; con la consiguiente disminución de su productividad. Toda esta situación ambiental ha provocado la disminución de la biodiversidad de especies en todo el planeta.

Todos los efectos negativos, planteados con anterioridad en relación a la globalización neoliberal, se quedan pequeños si se comparan con las profundas consecuencias sociales que esta política ha acarreado a toda la humanidad.

Se plantea que el número de hambrientos en el mundo ha aumentado durante los últimos 25 años en 300 millones. El 85% de la población, la cual se concentra en los países pobres, consume solamente el 30% de la energía, el 25% de los metales y el 15% de la madera.

En el planeta existen 854 millones de adultos analfabetos, porcentaje que en América latina se eleva al 11,7% de la población, 325 millones de niños no asisten a la escuela y la cifra analfabetos totales y funcionales alcanza los miles de millones.

El índice de mortalidad infantil en menores de un año alcanza la cuantía de 55 en el mundo y 32 en América Latina, por cada mil nacidos vivos. En este aspecto también se evidencia la diferencia entre los países ricos y los pobres pues el índice mortalidad infantil de las naciones pobres es doce veces mayor que el de las ricas.

En los países subdesarrollados, nacen anualmente 150 millones de niños con bajo peso; cuestión que aumenta el riesgo de muerte prematura y tiene implicaciones negativas para el normal desarrollo físico y mental de estos infantes. Además, en dichas naciones, mueren diariamente 33 mil niños de enfermedades curables.

El ejercicio de la medicina, en la actualidad, expresa una visión centrada en la enfermedad y no intenta intervenir sobre la salud globalmente considerada. No tiene en cuenta las acciones de promoción de salud y prevención de la enfermedad; pues consideran este problema un negocio y entre más personas enferman existan, mayores serán sus ganancias.

La industria farmacéutica afecta a los países del Tercer Mundo, pues ofertan productos farmacológicos a precios elevados en vez de ofertar productos genéricos cuyos precios son más asequibles para la sociedad en su conjunto.

Los factores determinantes de las condiciones de salud como: creencias de salud, conductas de salud, conductas de enfermedad, factores de riesgo, programas de salud, nutrición, situación sanitaria, programas de prevención y promoción en salud, entre otros aspectos; se ven afectados por la globalización neoliberal debido al olvido del bienestar de las personas y la búsqueda constante e irracional de ganancias.

El incremento de la miseria ha provocado que el término “pobreza” sea considerado un concepto epidemiológico; el cual está integrado el bajo nivel socioeconómico de un determinado país, el nivel de desempleo, el bajo nivel de escolaridad y el bajo nivel de la economía familiar. Además, se constituye en uno de los factores fundamentales en la morbilidad y mortalidad a nivel global; así como en la aparición de los agentes desencadenantes de las enfermedades.

En el marco familiar, la globalización neoliberal, ha provocado el agravamiento de los conflictos generacionales (padre-hijo) y de género (hombre-mujer), con el consiguiente aumento del grado de desintegración familiar, de los conflictos familiares y de la violencia doméstica. También, ha estimulado el cambio de las costumbres, valores y estilos de vida familiares.

La migración hacia los países desarrollados se ha incrementado, debido a que los ciudadanos de las naciones pobres buscan mejores condiciones de trabajo y de vida; aunque en realidad lo que encuentran es rechazo, explotación, opresión y subvaloración.

Otro problema de gran impacto social es el aumento de los índices de prostitución. Por ejemplo, se considera que dos millones de niñas son forzadas a ejercer la prostitución.

Todas estas consecuencias negativas, demuestran la insostenibilidad del orden económico y político neoliberal. Además, manifiestan la creciente necesidad de luchar por revertir esta situación por el bien de toda la humanidad.


EL DESARROLLO DE LA GLOBALIZACION Y LAS EXPANSIONES DE LAS DESIGUALDADES SOCIALES

EL DESARROLLO DE LA GLOBALIZACION
Y LAS EXPANSIONES DE LAS DESIGUALDADES SOCIALES

La globalización es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. La globalización es a menudo identificada como un proceso dinámico producido principalmente por las sociedades que viven bajo el capitalismo democrático o la democracia liberal y que han abierto sus puertas a la revolución informática, plegando a un nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura política, en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus relaciones internacionales.
Este proceso originado en la Civilización Occidental y que se ha expandido alrededor del mundo en las últimas décadas de la Edad Contemporánea (segunda mitad del siglo XX) recibe su mayor impulso con la caída del comunismo y el fin de la Guerra Fría, y continúa en el siglo XXI. Se caracteriza en la economía por la integración de las economías locales a una economía de mercado mundial donde los modos de producción y los movimientos de capital se configuran a escala planetaria (Nueva Economía) cobrando mayor importancia el rol de las empresas multinacionales y la libre circulación de capitales junto con la implantación definitiva de la sociedad de consumo. El ordenamiento jurídico también siente los efectos de la globalización y se ve en la necesidad de uniformizar y simplificar procedimientos y regulaciones nacionales e internacionales con el fin de mejorar las condiciones de competitividad y seguridad jurídica, además de universalizar el reconocimiento de los derechos fundamentales de ciudadanía. En la cultura se caracteriza por un proceso que interrelaciona las sociedades y culturas locales en una cultura global (aldea global), al respecto existe divergencia de criterios sobre si se trata de un fenómeno desasimilación o de fusión multicultural. En lo tecnológico la globalización depende de los avances en la conectividad humana (transporte y telecomunicaciones) facilitando la libre circulación de personas y la masificación de las Tics y el Internet. En el plano ideológico los credos y valores colectivistas y tradicionalistas causan desinterés generalizado y van perdiendo terreno ante el individualismo y el cosmopolitismo de la sociedad abierta. Mientras tanto en la política los gobiernos van perdiendo atribuciones ante lo que se ha denominado sociedad red, el activismo cada vez más gira en torno a las redes sociales, se ha extendido la transición a la democracia contra los regímenes despóticos, y en políticas públicas destacan los esfuerzos para la transición al capitalismo en algunas de las antiguas economías dirigidas y la transición del feudalismo al capitalismo en economías subdesarrolladas de algunos países aunque con distintos grados de éxito. Geopolíticamente el mundo se debate entre la unipolaridad de la superpotencia estadounidense y el surgimiento de nuevas potencias regionales, y en relaciones internacionales el multilateralismo y el poder blando se vuelven los mecanismos más aceptados por la comunidad internacional.


Expansión urbana, desigualdad y protestas sociales en el campo y la ciudad
Al inicio de la década de 1970, debido a la crisis económica que vivía el país, mucha gente buscó mejorar su situación emigrando a las ciudades. Las zonas urbanas crecieron de manera acelerada, aumentaron los asentamientos irregulares y la demanda de vivienda y servicios públicos (agua potable, luz, drenaje). También se agravaron los conflictos sociales característicos de la sobre población. Históricamente, México se ha caracterizado por marcadas desigualdades sociales y económicas, que se han agravado en las últimas décadas. Según datos del Banco Mundial, en México alrededor de 40% de personas viven en condiciones de pobreza. Esta situación se refleja en que una gran cantidad de la población tiene limitado acceso a la educación, alimentación, vivienda, salud, empleos bien remunerados y a servicios públicos. También hay otras expresiones de injusticia social, como la discriminación a los indígenas y a la gente pobre, la aplicación desigual de la ley, el mal-trato hacia las mujeres y niños, el rechazo hacia los adultos mayores y las personas con capacidades diferentes, entre otras